lunes, 7 de noviembre de 2016

Mustang

Es una película de contrastes, de choque, de confrontación, de opuestos.
En la Turquía actual, cinco hermanas huérfanas bajo el cuidado de su abuela y de su tío, acaban las clases e inician las vacaciones de verano. Todo se precipita cuando, al salir del último día de clase, deciden ir hasta el mar a celebrar las vacaciones, el verano y la libertad, con otros compañeros y amigos del colegio.
Todo se precipita cuando una vecina, enfundada en su rigoroso y opresivo pañuelo, le explica a la abuela lo indecente de esa euforia juvenil y descarga de alegría e impulsividad.
Desde ese momento, se cierne sobre ellas la más absurda e implacable represión moral, que se materializa con su encierro en casa, el cambio de vestimenta y un intensivo entrenamiento para ser designada la ama del año de la Turquía profunda, que viendo la deriva de Erdogan, casi sobra lo de profunda.
Una vez iniciado el adiestramiento, el siguiente paso es buscar maridos y concertar matrimonios, para lo cuál, hay que asegurar la virtud de las jóvenes, lo que intentan conseguir convirtiendo, paulatinamente, la casa en una prisión (se levantan muros, se colocan verjas...) como reacción a cada intento de huida de la monotonía y de esa presión moral por ser la perfecta mujer casamentera.
La secuencia que más me impactó fue la del partido de fútbol, bueno con las escenas previas entre la menor de las hermanas y el tío, cuando le pide ir a un partido, pero le dice que hay mucha violencia e invasión del campo. Pero a causa de esto, las autoridades deciden que al próximo partido solo acudan mujeres. Es entonces cuando planean marchar e ir al partido. La escena es una catarsis, una explosión de emociones contenidas y constreñidas por el encierro al que son sometidas. Es como si fuese una noche en una discoteca, como una fiesta de liberación. A parte, es una de las escenas más divertidas, puesto que la abuela las ve en la tele y se dedica a sabotear las instalaciones eléctricas del pueblo para evitar que las vea su tío por televisión y el castigo y su ira, sean mayores, si cabe.
Por el lado más amargo y trágico, está las secuencias en las que son exhibidas como ganado en venta, al ir al centro del pueblo; y las escenas en que las familias negocian y acuerdan las bodas.
Cuando hablo de contrastes me refiero a que se enfrentan dos mundos opuestos: las jóvenes a los mayores o los viejos; la libertad contra una moral constreñidora; la tradición a la modernidad; la costumbre a los nuevos anhelos; el campo a la ciudad; lo masculino a lo femenino.
La película tiene un tono alegre y con toque cómicos al inicio, pero que se va amargando con el paso del metraje, se oscurece, la amargura de otros se va virtiendo sobre las hermanas, pero acaba con una cierta esperanza, a pesar de las tragedias y sin sabores que va relatando.
En la película está muy presente la presión de la tradición y de la moral, hasta niveles que hacen que la vida sea irrespirable. Es una presión terrible para todos los personajes, tanto los que ejercen la presión moral como para quien la recibe. Es esa contradicción del "quien bien te quiere, te hará llorar". La presión social agobiante que se acentúa en esos lugares recónditos, alejados de la modernidad y de ambientes más libres y tolerantes. La distancia, como otra muestra de enfrentamiento de dos realidades, de dos mundos, ya que están a mil kilómetros de Istambul.
Es una buena película, que te hace reflexionar, pero que deja muy abiertas las historias de las hermanas, sobre todo las que se casan, son como flecos que quedan sin solucionar, como si fuese irrelevantes. 
Es una película coral, sin un protagonista definido, pero en el que la hermana menor toma un peso mayor que el resto, supongo que es el hecho de ser consciente del futuro que le depara y que no podrá gozar de la libertad, que hasta ese momento, gozaron el resto. Eso la hace ser la que más empeño pone en huir.

lunes, 31 de octubre de 2016

Trumbo

¿Puedes acabar en la cárcel por tu forma de pensar en la "mayor democracia del mundo"?
La respuesta es Dalton Trumbo, digo sí.
La película nos muestra la vida del guionista de Vacaciones en Roma y Espartaco desde el inicio de las actividades del Comité de Actividades Antiamericanas que le llevó a prisión y a formar parte de las listas negras de Hollywood durante la Guerra Fría. Nos presenta todos los aspectos de su vida personal, profesional y política.
Se nos presenta a Trumbo como un hombre de carácter y profundas convicciones, un carácter que hace extensible a todas las facetas de su vida: tanto la personal, en la que llega a un punto de perder a su familia, por continuar esa lucha contra la lista negra, trabajando como negro; como la de luchador por aquello en lo que cree, que no es más que libertad de expresión y pensamiento, que en estos momentos se ven amenazada por la Guerra Fría y el pensamiento único como defensor de los valores democráticos.
La película muestra la implacable lucha y los arteros métodos del Comité de Actividades Antiamericanas para purgar de la industria del cine a toda la intelectualidad hostil a la nueva situación política mundial: todo aquel que no repudia a la Unión Soviética, es comunista, por lo tanto no tiene derecho a un trabajo en el que pueda explicar su opinión a la masa de la población norteamericana.
El tono de la película discurre en un justo equilibrio entre lo serio de la situación de fondo y lo cómico, irónico quizás, de la reacción de los encausados ante sus acusadores. Destaca la escena en qué Trumbo deja en evidencia a Wayne, al que todos llaman Duque, sobre la participación en la II Guerra Mundial de los que comparten esa escena. Mientras Wayne se dedicaba a la propaganda cinematográfica con sus películas sobre la contienda mundial, el resto, tanto de un bando como de otro, había pasado sus vicisitudes en los diversos frentes, ya como integrantes del ejército o como corresponsales de guerra, como el propio Trumbo.
El epílogo de la película es un discurso en la recogida de un premio, en el que, una vez ya rehabilitado, no busca la revancha contra aquellos que cedieron ante el Comité, sino que define aquella época como una época de derrota para todos, para los represaliados, para los colaboradores y, en definitiva, para la democracia.
Es una película correcta, en la que destaca más el fondo de lo que explica que la propia realización técnica de la película. Las interpretaciones son correctas, no desentonan, pero no son de las que no dejan indiferentes, destacan Bryan Cranston (Trumbo), Helen Mirren (Hedda Hopper) y Louis C. K. (Arlen Hird), mientras que Diane Lane (Cleo, mujer de Trumbo) está bastante tibia.
El ritmo es el correcto, creo que lo mejor de la película, no se hace larga a pesar de durar más de 120 minutos. El guión cumple la función de explicar la historia y dotarle de coherencia y no tener excesivas lagunas, pero siempre hay escenas que aparecen sin motivación alguna y sin solución de continuidad; por ejemplo, el momento en que la mujer de Trumbo le ve empastillándose de anfetaminas, se queda ahí, sin comentarios ni confesiones posteriores, vamos, que era prescindible, ya que su adición al tabaco y alcohol queda constatada en cada escena en la que está trabajando.
Me gusta el tono que le dan a los momentos de abatimiento, en el que los perdedores asumen su derrota pero se aferran al humor para seguir luchando y dando sentido a su lucha, como diciendo, no han vencido, pero no van a llevarse nuestras lágrimas como trofeo.
Destaca el poder de los medios de comunicación de aquella época sobre la sociedad y el uso político de estos. Son el cine, la radio, la prensa y, en menor medida, la incipiente televisión, los medios por los cuales se urde la campaña y se estigmatiza a los "enemigos" de la patria. Destaca el papel de Helen Mirren como Hidda Hopper, que es una antigua actriz que se convierte en periodista de cine y en activista pro-Comité, y como sus columnas en prensa y sus apariciones en noticiarios pueden poner en jaque a los grandes estudios, promoviendo el boicot a sus estrenos.

lunes, 17 de octubre de 2016

Capitán Kóblic

Parece que Ricardo Darín ya no es sinónimo de confianza a la hora de ir a ver una película. Si ver su nombre en el cartel de una película, aseguraba un cierto grado de calidad, de interés, queda en entredicho a partir de esta película.
La idea de la película es buena, un capitán de la armada argentina que carga con su pasado al participar, como piloto, en los "vuelos de la muerte", aquellos en los que se arrojaba desde un avión al mar, a los detenidos durante la dictadura argentina de los años 70 y 80, algo muy común de aquellas latitudes.
El resto, bastante lamentable, no hay nada, como nada en donde se encuentra escondido el personaje de Darín, como nada es el pueblo donde se desarrolla la acción, como nada es el guión, como una nada infinita que es la Pampa.
El problema es de guión, de como desarrollar la historia, dar profundidad a los personajes (solo en el de Darín y una pincelada en el de Inma Cuesta, que ya volveré a su papel), darle el ritmo necesario y coherente. Pero el guión, es un drama, la trama está hecha a tropezones, los personajes metidos con calzador (Inma Cuesta), las relaciones entre los personajes son brochazos, dados a lo bruto, burdamente, como quien tira un cubo de agua y te cae encima de repente.
El personaje de Darín llega de golpe a un pueblo perdido de la Pampa, huyendo de sus compañeros en los "vuelos de la muerte". En ese pueblo, aparecen los otros dos personajes que completan el elenco protagonista: un comisario corrupto y una joven que vive con un hombre mucho mayor que ella. En dos escenas sin sentido, de apenas unos segundos, se arma la trama: el comisario decide que hay que vigilarle, por que es extraño y de fuera, y se entera que es militar; y la joven se siente irresistiblemente atraída tras cobrarle una bombona de butano y en el segundo encuentro decide entregarse a una pasión desenfrenada, surrealista. Pues sí, así de ancho se quedó el guionista y por el tubo pasaron el productor, el director y el propio Darín. ¿Realmente se leyeron el guión? No lo creo.
Es la típica película de protagonista atormentado por un pasado del que huye, que tropieza con un malo y corrupto policía y con la chica guapa, y que todo acaba bien y con importante número de cadáveres, más malos que buenos.
Ahora vamos con Inma Cuesta, el papel existe por que hay que poner a una mujer en el reparto, por que es totalmente prescindible. Si hay que perseguir a Darín, pues con el policía corrupto sobra, que el detonador de la confrontación puede ser que Darín descubriese en qué está metido y que el policía investigue que hace aquí Darín.
Darín y Oscar Martínez, el policía, cumplen en su interpretación. Inma Cuesta, pues eso, de florero. El resto, bastante justito, como sin saber muy bien qué hacían y si sus personajes tienen sentido.
Los paisajes inmensos de la Pampa hacen que el ambiente sea de un vacío interminable, como vacío es el guión e interminable la película.


Por favor, no perdáis, no ya el dinero, sino el tiempo.

martes, 16 de agosto de 2016

Kiki, el amor se hace

Lo que tienen las vacaciones es que tienes tiempo para hacer lo que habitualmente no haces, por ejemplo ir un par de veces al cine la misma semana. 
Después del dramón de En Chance Til, tocaba una comedia, que como toda comedia (salvo las cochambrosas de ambos lados del Atlántico) siempre tienen un punto de drama e incluso de tragedia. Que es lo que es Kiki, el amor se hace, una comedia con un punto de partida agridulce.
Son una serie de historias basadas en parafilias sexuales que nos muestran a una serie de parejas que se encuentran en un momento de crisis, sobre todo tres de ellas, en las que las parejas se hallan al borde del precipicio. El motivo de esa situación es la falta de comunicación, supongo que por el tabú que continúa siendo el sexo, aunque sea con la persona con la que compartes lecho cada noche.
Como comedia funciona muy bien, salvo en los momentos centrales, los previos al desenlace de todas las tramas. Creo que la mejor escena de todas es la de la videollamada de un sordomudo a una empresa de servicios para que la asistente realice una llamada a una línea erótica: la situación, diálogos e interpretación son perfectos, consiguen que no pares de reír, lo que se refuerza con el surrealismo de la situación. En general, todos los diálogos están muy bien conseguidos, con la dosis justa de lenguaje vulgar, sin parecer un concurso de pipi, caca, culo, pedo, pis. Así como las situaciones, que son muy chocantes: Candela Peña en el funeral; los postoperatorios en la clínica de estética; el bar de temática sexual...
¿Qué se le puede reprochar? Cierto bajón en la parte central, supongo que derivado de la dificultad de hilar tantas historias paralelas y sin ninguna relación, y que la historia protagonizada por Paco León peca de cierto machismo. Su problema, que comienza a esbozarse al inicio de la película, con una divertida sesión de terapia de pareja, acaba por solucionarse con un trío, poliamor llama a la parafilia (se supone que conviven los tres miembros del trío), en la que son dos mujeres y un hombre. Para tratar un sinfín de parafilias excéntricas, el final es muy convencional.
Cuando haces cine sin grandes alardes, con ideas claras y sencillas, sin grandes pretensiones, lo más fácil es que te salga algo digno, como es el caso, y todo desde un punto de partida tan original y sorprendente como determinados gustos sexuales, sin entrar a juzgarlos, sino a exponerlos y montar una historia de como lo viven, sufren y disfrutan sus protagonistas.

Una segona oportunitat - En chance til

Durante la intervención ante una denuncia por violencia doméstica, una pareja de policías descubren encerrado en un armario a un bebé en condiciones insalubres, cubierto de heces y suciedad. El bebé es hijo de un delincuente común, habitual del sistema penitenciario danés y de una mujer a la que obliga a prostituirse. 
Los policías representan las dos caras de la sociedad: la familia feliz y la familia rota. El uno tiene una mujer guapa, una espectacular casa junto al mar y una vida de revista. Mientras el otro ahoga sus frustraciones en alcohol y broncas, por su incapacidad a aceptar su separación, lo que le lleva a vivir en un apartamento sucio y oscuro, quien sabe si es por tener que pagar la pensión y no poder tener una casa mejor. Esto choca, ya que deben ganar lo mismo, pero el modo de vida es diamentralmente opuesto, vamos que se puede ser alcohólico, pero no vivir en un agujero.
La muerte del hijo del policía joven y guapo, Andreas, (Nikolaj Coster-Waldau alias Jamie Lannister), provoca un giro total en los acontecimientos. La madre del bebé enloquece, hasta el punto de amenazar con suicidarse si Andreas avisa a emergencias. La desazón es tal en Andreas que decide llevarse su hijo muerto y cambiarlo por el bebé de la pareja politoxicómana y delincuente de la primera escena.
Desde ese momento, la película se dispersa en diversas tramas, cosa que provoca que pierda coherencia, ritmo y sentido. A esto ayuda que el director, el guionista o el montador haya/n decidido que cada hecho relevante sea como un disparo, así de repente, sin introducción, ni explicaciones aparentes. Creo que ese desequilibrio entre escenas contemplativas y reflexivas y esos vertiginosos impactos, no favorecen la narración, más bien crean confusión.
La vida de los personajes cambia drásticamente, de todos, demasiado para un intervalo tan corto de tiempo, apenas una semana.
A pesar de lo trágico de todo: desatención infantil, desesperación vital, alcoholismo, drogadicción, robo de bebés, abandono del hijo muerto, el simulacro de un secuestro para evitar una acusación de homicidio por desatención del bebé por los toxicómanos... la película te deja bastante frío, no invita a la reflexión. No sé si solo querían explicar un drama, ya que hay para montar un culebrón, de los que acaban rellenando la parrilla televisiva de las sobremesas, o sí querían explicar alguna cosa más, no ha sabido como.
La curiosidad, escuchar al Jamie Lannister hablar en danés.

lunes, 27 de junio de 2016

El juez

Hoy tocaba cine francés. Entre lo que había a las seis de la tarde, por descarte, ha tocado esta. La elección ha sido un acierto en un 33%: Un guión inconexo, un desarrollo irregular pero unos grandes actores, sobre todo Fabrice Luchini, que interpreta al juez.
El problema de la película es de guión y de coherencia en el hecho narrativo. Hasta que no llevas casi una hora no sabes cual es el motivo de la película. Tal como empieza, sugiere que va a ir sobre los entresijos de un tribunal penal francés, de su estructura, de la convivencia entre los miembros de todo el tribunal, sobre todo de aquellos que quieren conseguir el puesto del presidente del tribunal. Todo esto se deduce de las primeras escenas, pero se acaba diluyendo en cuanto comienza el juicio. Es entonces cuando parece que la película será el típico filme de tribunales y como van las estrategias de la defensa, de la acusación, de la fiscalía, pero tampoco, por que al final no deja de ser el escenario en el que se inscribe la acción. Es durante la elección del jurado, que adivinamos cuál es la historia que quiere explicar la película, que no es otro, que una historia de amor.
Y es una lástima, por que los actores están fantásticos, todos, incluso los secundarios que van pasando por el tribunal como testigos o los que forman parte del jurado, el trabajo de casting ha sido muy bueno.
Igual el director, Christian Vincent, tenía la intención de articular tres historias en paralelo dentro de un mismo escenario, pero no lo ha conseguido, yo creo que por las limitaciones del guión y su desarrollo y, quien sabe, si a consecuencia del montaje. 
La película intenta conjugar tres géneros en uno: el drama, el humor y el romance, y, sinceramente, solo sale airoso del último, sin ser una ñoñería ni sensiblería ni ser empalagoso. Lo endulza con ese tono poético que utiliza el juez para recuperar el amor de la médica que lo atendió tras un accidente.
Intenta darle un tono humorístico e irónico, pero en muchos momentos son como una pincelada en un mural gigantesco, con lo que no llega a calar en el tono de la película. Es en un par diálogos finales, en los que consigue que ese tono irónico y ese humor que hace que se te dibuje una sonrisa sin necesidad de estropearlo con una carcajada.
El tono dramático lo da el juicio, que versa sobre la muerte de un bebé de siete meses, en el que se acusa al padre de matar a su hija de una patada, sobre todo cuando debe testificar la madre del bebé, creo que la actriz hace un papel soberbio, en ella se intuyen el miedo, la frustración, el dolor, la marginalidad. La tensión entre la madre y el padre con el juego de miradas y la expresión corporal es de lo mejor de la parte del juicio.
Hay dos reflexiones importantes en la película, que salen del desarrollo del juicio y por parte de la boca del juez: la primera es sobre la actuación policial en las diligencias, sobre como es posible de hacer las cosas a medias, de como presumir los hechos y una culpabilidad y como guiarlo y plasmarlo en los pertinentes informes; la segunda, es sobre la verdad, la ley y la justicia, donde el juez acaba diciendo que la justicia solo sirve para reafirmar el imperio de la ley, que no se encarga de la verdad, puesto que la verdad solo la conocen los implicados y, en ocasiones, ni ellos mismos, dependiendo de la carga de estimulantes en su organismo.
Realmente es una pena que la peli haya quedado tan floja, cuando había tan buena materia prima, por lo menos en el lado de los actores. Es lo que pasa cuando un guión no es suficientemente bueno, que el buen trabajo de otros queda eclipsado por la incapacidad de saber explicar una historia.
Una cuestión marginal pero interesante, la historia no está ambientada en París, como podría haberlo estado, el acusado no deja de ser un habitante de una banlieu. 
Mi recomendación es que si la alternativa es la televisión de sobremesa, esta película es mucho mejor, pero no tanto como para dedicarle una tarde en un cine.

lunes, 13 de junio de 2016

Carol

Hacía tiempo que no iba al Texas y ayer volví, la película fue Carol, con Cate Blanchett y Rooney Mara (a ésta la he tenido que buscar en el IMDB, que no sabía el nombre).

La película trata sobre la relación entre una mujer madura de alta clase y una joven dependienta de unos grandes almacenes. La historia hay que circunscribirla en los Estados Unidos de los años 50, con lo que implicaba tener una relación homosexual y, sobre todo, entre mujeres, visto el papel subalterno de las mujeres en aquella época, cosa que no ha avanzado en exceso. En paralelo, están las relaciones entre las mujeres y sus parejas sociales, el marido de Blanchett y el novio o pretendiente de Mara. Son historias de amor entrelazadas y no correspondidas, con las complicaciones que implican los estándares sociales y más cuando hay algún menor por el medio; Blanchett es madre.
No me ha gustado. Me ha parecido lenta, con un guión que parece hecho enganchando retales, sin una continuidad y una incoherencia en el desarrollo de la historia, dando unos saltos que parecen que hayan pasado años, cuando han sido semanas, a lo sumo meses. Creo que es irreal, el hecho de enamorarte de una persona, bueno, lo que es atracción física, básicamente, cosa que luego adornamos con sentimientos, en un instante mientras le vendes unos juguetes, el empezar a dudar de tus sentimientos y tu sexualidad (esto lo intuyo yo, no queda claro si el personaje de Mara tiene dichas dudas) y que todo se desate con un par de guantes perdidos, su retorno y una comida de lo más formal, hace que te parezca todo demasiado forzado. Ese inicio me hizo perder interés por el resto de la película.
Entiendo lo que hay detrás, intuyo que la intención última de la película es poner de manifiesto el tabú que supone la homosexualidad, y sobre todo en aquellos años, y el enconsertamiento de los sentimientos por las convenciones sociales. Otra cosa que se podría destacar es la irracionalidad de los sentimientos y del derrotado, como te lleva a utilizar a un niño para intentar conseguir del otro ser correspondido en un amor incondicional, esto queda reflejado en el personaje del marido de Blanchett.
La contemplación recíproca de ambas protagonistas es una losa que añadir al ritmo lento de la película y las desconexiones del guión. Ese constante mirar al otro y que el otro parece que esté posando para una foto, que igual esto tiene que ver con la afición de Rooney por la fotografía (o del guionista o de la directora, vete tú a saber).
Una cosa que no me acostumbra a gustar de las películas en las que colocan a alguna estrella hollywoodiense, es el hecho de que todos son unos triunfadores, en mayor o menor medida. Blanchett es la mujer de un millonario, que una vez se divorcia, consigue un trabajo en una revista de muebles o algo así, vamos, que no acaba limpiando escaleras ni de dependienta en una panadería o poniendo cafés en el bar de una gasolinera en medio de Iowa. Mientras que Rooney, acaba siendo fotógrafa en el New York Times, creo.
Una cosa que se me hizo insoportable fue el rostro de plástico de Blanchett, parecía de una artificialidad absoluta, como salida del museo de cera. Ya sé que es una tontería y que igual es como se maquillaban las mujeres de la alta sociedad de New York en aquella época, pero me pareció tan artificioso.
No le pude sacar mucho más de sí a las dos horas de película, bueno hay un par de escenas, en las que se intenta colar el rollo del radar homosexual, en el que Rooney cruza miradas con otras mujeres, sobre todo en con una pareja que eran el tópico de las lesbianas: la marimacho y la modosita, muy lamentable y muy mal montado. Esa escena hubiese tenido sentido al inicio de la película, como dejando entrever las dudas sobre la orientació sexual de Rooney.
Otra cosa que me dejó así frío fue la road movie que es una parte de la película, en la que te deja con la duda, bueno o te lo aclara, que al final no es amor, sino sexo. Como si la explicitación del amor tenga que obligatoriamente en la cama, que el amor verdadero solo lo es si pasas la ITV  de las sábanas.
Creo que quisieron montar una relación tormentosa e imposible por el qué dirán y no lo han conseguido, es otra cosa que despachan rápido.

lunes, 9 de mayo de 2016

45 años.

Hemos vuelto al Texas, al final, entre pitos y flautas, nos ha costado más de un mes. En esta ocasión, hemos visto 45 años, con Charlotte Rampling y Tom Courtenay, al que no asocio con otras pelis, pero he visto que salía en Doctor Zhivago.
Durante la semana previa a la celebración del 45 aniversario de la boda de Geoff y Kate, éstos reciben una carta donde se le comunica a Geoff que han hallado el cuerpo de Katia, un amor de juventud, que murió en un accidente de montaña, en los años 60, cuando intentaban pasar de Suiza a Italia, atravesando los Alpes.
A partir de aquí los sentimientos, los recuerdos y la relación se ven sometidos a una tensión en constante crecimiento. La película es contradictoria, no sé si sabré explicarme. El ritmo es lento, pero los celos que anidan en Kate, se desarrollan a una velocidad desmedida, desde que conoce la noticia y observa la reacción de Geoff, invadido por la nostalgia y por lo que podría haber sido y no fue, por la vida con el primer e idealizado amor.
Los sentimientos se desatan calladamente, en una semana, se trastorna la apacible vida de retiro que lleva la pareja. Como la irracionalidad de los sentimientos anidan en dos personas de formación elevada, culta y de una racionalidad a prueba de bombas, pero es la noticia lo que desata la irracionalidad en ambos. En él, por la nostalgia y añoranza por el amor primigenio y, en ella, por los celos, por sentirse como un segundo plato y por no sentirse amada de la misma manera, con la misma intensidad. 
La noticia y la reacción de Geoff hacen que Kate empiece a revisar toda su vida en común, todo su pasado, y el por qué de todas las decisiones. Entre ellas, la de no tener hijos. La película es lenta, lo que la mata, pero no es predecible, lo que la salva, creo que todo el mundo espera que a Geoff se le vaya la pinza y pille un avión a Suiza, pero no pasa, creo que es algo bastante irrelevante.
El fondo de la película es la reflexión sobre las renuncias, el amor, los celos, las decisiones tomadas y su irreversibilidad. 
Yo cuando etiquetan las películas me dejan perplejo. En esta ocasión han decidido que sea un drama romántico. Claro que es un drama, lo de romántico, pues bueno, si a la añoranza por el amor perdido se le puede llamar romanticismo, pues véndelo así, pero que me sobran las etiquetas compuestas. A ver si es fácil, de reir (o con esa intención), comedia; no de reir, drama; cantan, musical; y poca cosa más. 
¿Recomendarla? Pues no sé que decir, para mí superó mis expectativas, tiene el problema del ritmo, bueno más que ritmo, metraje, sobran momentos contemplativos de planos de paisajes, pero que no están injustificados, el tema y lo que se quiere expresar lo pide. Los actores están muy bien, es complicado si el guión y la historia son medianamente normales y coherentes y no obliga a éstos a sobreactuar ni a hacer ejercicios surrealistas.
A ver para cuando cae la próxima.

martes, 29 de marzo de 2016

El hijo de Saúl

El sábado vi El hijo de Saúl, película que se ha llevado algunos premios (Cannes y Oscar, entre otros) y que está ambientada en un campo de exterminio nazi en Polonia, en los momentos en que se está aplicando en su máxima expresión la Solución Final.
Uno de los prisioneros que forma parte de los comandos de prisioneros que se encargan de las tareas sucias dentro del campo, observa que tras gasear a un grupo de judíos, sobrevive un niño, al que acaba asesinando uno de los médicos encargados del campo, alemán.
A partir de ese momento, Saúl decide que ha de enterrar a ese niño y evitar que sea incinerado como el resto de cadáveres, pero que lo ha de hacer siguiendo el rito judío, con lo que inicia una doble carrera: por un lado sacar el cuerpo de la enfermería, puesto que le quieren hacer la autopsia, para averiguar el porqué de su resistencia al gas; y por otro lado, encontrar a un rabino dispuesto a celebrar el rito judío para su entierro en tierra y no acabar como el resto, incinerado y sus cenizas lanzadas a un río.
La película te deja con sensaciones encontradas, por un lado, el ambiente agobiante, depresivo y repulsivo del campo y la vida de sus confinados y por otro, la obsesión de Saúl por enterrar al niño, es tal la obsesión que en más de una ocasión dice que es su hijo, como si fuera la manera de justificar todas sus acciones. La obsesión es tal que pone su seguridad y la de los miembros del sonderkommando en el que está destinado, que tienen prevista su fuga ante su inminente ejecución.
La sensación de agobio se acrecienta por cómo está rodada la película. El primer plano del protagonista es permanente, para hacernos ver el campo desde su perspectiva, pero con el fondo difuminado, para que la crueldad solo se intuya y no caer en el recurso fácil de la casquería que tanto abunda en las noticias de las empresas de comunicación (me niego a llamar medios a Atresmedia y Mediaset). Su expresión, permanente casi inamovible durante toda la película, hace que ese desasosiego, la paranoia te sean más perceptibles. Sus decisiones llegan casi a lo suicida, en una escena es capaz de dejarse ejecutar de un tiro y acabar en una fosa común quemada con lanzallamas, solo por encontrar un rabino.
Tengo la sensación de que el protagonista reacciona así por que está viendo su futuro, a pesar de hacer el trabajo sucio, ve que está abocado a acabar como aquellos a los que conduce al matadero, el entierro ritual del niño es la manera de evadirse de ese destino, es la manera de seguir en pie un día más.
Lo que cojea del guión o de la historia, es la facilidad como Saúl va moviéndose por el campo, sobre todo por lugares sensibles como los hornos, las cámaras de gas, la enfermería... es poco creíble.
Otra deficiencia que he encontrado, no atribuible a la película, sino al "subtitulador" es que muchos de los diálogos de fondo, casi todos en alemán, no los han traducido, aunque fueran muy repetitivos.
Quizás le falte algo de ritmo, hay momento en que esa expresión hierática permanente del protagonista puede desquiciar, como lo pueden hacer sus decisiones, para nada lógicas desde la perspectiva del espectador.
La película se deja ver y tiene ese fondo de reflexión, meritorio siendo una película húngara viendo el percal que se vende por esos lares en estos tiempos, con Orban y compañía.

¿Por qué?

De cine sé lo justo. Entre poco y casi nada, pero como con internet y los blogs cualquiera escribe de lo que le da la gana, pues, hala, yo voy a escribir de la pelis que veo.
El título del blog tiene una triple referencia:
  1. La canción de Parálisis Permanente
  2. El cine Texas, que es al que voy a ver pelis en versión original de reestreno a tres euros.
  3. Y, enlazado con la primera, La matanza de Texas. Peli, que por cierto, no he visto.
Así que este no va a ser un blog de estrenos ni nada por el estilo. Ni de periodicidad semanal, dependerá de la cartelera (solo hay cuatro salas, voy al horario de las 6 y rotan lo justo) y del tiempo, que como haga bueno, intentaré huir de la ciudad cuantas veces pueda.