lunes, 6 de marzo de 2017

Yo, Daniel Blake

Ken Loach es sinónimo de crítica social, de poner el dedo en la llaga de aquello que debería ser un derecho para todo el mundo, pero que por el contrario se ha convertido en un tortuoso camino, que en ocasiones, lleva a un callejón sin salida.
Iba a hacer un pequeño resumen de la historia, pero no es relevante, quiero decir que no es una historia que guarde giros inesperados, sorpresas, aparezcan personajes singulares que marquen la película. No, en eso Loach es bastante atípico, no esconde nada, no es su intención. Al contrario, su intención es ser claro y mostrar las cosas como son. La historia como tal no es importante, es lo que muestra lo que importa, el mensaje no el guión.
Ante tanta claridad, Loach es contundente, mordaz, irónico e implacable. El inicio de la película es bastante elocuente: un cuestionario entre un trabajador de la sanidad pública, de una empresa a quien se le ha externalizado el servicio, y el protagonista, sobre su capacidad. El cuestionario se hace en fundido en negro, con solo las voces de los dos actores, como muestra de lo opaco que es el sistema. La conversación deja en evidencia al sistema de salud y servicios sociales británicos, ya que el evaluador es un trabajador y no un médico, el cuestionario está lleno de preguntas irrelevantes sobre la afección de Daniel.
Daniel pierde su prestación, pero no puede trabajar, su médico se lo ha prohibido, dado el riesgo de volver a sufrir un infarto. Mientras va a reclamar a la oficina de prestaciones sociales (incapacidad y desempleo), ve como a una joven madre, Katie, se la intenta sancionar por llegar tarde a su cita. Joven sin recursos y en paro, que tiene que irse a Newcastle desde Londres para poder tener una vivienda, bastante lamentable, y dejar de vivir en un cuarto.
A partir de ese momento, se establece una relación de complicidad entre las dos víctimas del sistema y del procedimiento de asistencia social. Un fallo en el procedimiento de comunicación del resultado de la evaluación provoca que Daniel quede en precario y que sabiendo la resolución, no puede apelar, puesto que, habiendo recibido la segunda notificación, no puede hasta que reciba la primera.
Loach no anda con miramientos a la hora de mostrar lo duro que puede ser vivir sin ingresos y sin la posibilidad de trabajar. Muestra con crudeza el sacrificio de la gente sencilla, como muestra la escena en la que Daniel acompaña a Katie a un banco de alimentos y como, mientras va recogiendo cosas, Katie abre una lata de conservas y comienza a comer desesperadamente, ya que ha sacrificado su comida para sus dos hijos. La crudeza de la escena es total, es un puñetazo directo a la boca del estómago del espectador.
La crítica a las incongruencias de la asistencia social es total. Daniel tiene que ir tramitando la ayuda para desempleados en paralelo, hasta que tenga la respuesta oficial sobre la incapacidad. Para esto ha de buscar activamente trabajo, aunque no está en condiciones. El absurdo llega cuando recibe una llamada en la que le ofrecen trabajo, pero tiene que rechazarlo por su enfermedad.
Por otra parte critica la incapacidad del sistema para ofrecer empleos a la gente, obligando a tener que buscar alternativas al margen de la legalidad: un vecino de Daniel se dedica a la reventa de calzado de marca que viene desde China y Katie se ve abocada a hacer de prostituta, ante la imposibilidad de encontrar trabajo limpiando. Ambos buscan esta vía por desesperación (Katie no puede comprar ni unas zapatillas a su hija) o por hartazgo (el vecino, trabajos temporales, a horas o menos, a precios ridículos).
Loach también le da lo suyo a internet, bueno, a que todo se tenga que gestionar por internet sin tener en cuenta a aquella población, la gente mayor y de oficios manuales, que no tienen un mínimo de conocimiento tecnológicos, la primera vez que Daniel coge un ratón es muy ilustrativa, exagerada, pero ilustrativa.
Es una película muy realista, tanto en interpretaciones como en ambientación. Los actores están muy bien, incluso todo el elenco de secundarios. Como todas las películas, esta también tiene un pero, el desenlace, bueno, la parte que liga el desarrollo de la historia con el desenlace de esta, desde el momento en que Daniel descubre que Katie se prostituye hasta la vista por la reclamación de su subsidio. Son dos brochazos, dos secuencias rápidas que no muestran como ha habido la reconciliación que se plasma en el final de la película.