lunes, 13 de noviembre de 2017

Sabates grosses.

Un horror, un despropósito, una sinrazón a todos los niveles: guión, interpretación, ritmo narrativo, dirección, música, reparto...
¿De qué va? Se supone que es un retrato de la nueva Barcelona fruto de los últimos acontecimientos políticos y de su creciente papel como destino turístico mundial, desde el punto de vista de un rico de los de rancio abolengo y fortuna heredada venido a menos y de dos porteras. Luego aparece la hija, que no se sabe hasta el final (reviento la peli para evitar que alguien caiga en el sopor más absoluto y los intentos de suicidio al salir de la sala), de uno de los miembros de la banda que asaltó el "tren de Glasgow", un sobrino de esta que viene a reclamar su parte, un cura vividor interpretado por ¡horror! Pedrito Ruiz, bueno lo de interpretar es un decir. Metido con calzador para hablar de la doble moral nacionalcatolicista.
Ni tiene sentido, ni ritmo narrativo, ni nada y todavía menos gracia. Tiene pinta de ser una peli para que unos cuantos actores puedan cotizar algo y seguir sobreviviendo en la miseria que viene el ser ignorados en los cástings actuales. Este es el único propósito que le encuentro, y si es así, es lo más honesto de la película.
De los casi 100 minutos me quedo con una reflexión alrededor del tema del proceso soberanista catalán. La hija del ladrón, escocesa, reflexiona sobre si España puede cambiar o no y su conclusión es que para qué va a querer Madrid cambiar España si ya tiene la España que quiere.
Y ya.
Lo mejor que puede hacer Ventura Pons, si el nivel va a ser éste, es seguir promoviendo iniciativas como la del Texas, películas en V.O. de reestreno a tres euros.