lunes, 27 de febrero de 2017

Tarde para la ira.

Sangre, familia y venganza. Esas tres palabras definen perfectamente lo que hay en esta película.
Es una historia de venganza, donde la sangre es protagonista en dos vertientes: sed de sangre y la sangre como vínculo familiar. Hay una frase durante una fiesta de comunión, que resume perfectamente toda la película, no recuerdo si es literal, pero poco me he de desviar: "Es la sangre, Josete, la sangre, la familia".
El vínculo sanguíneo el que hila toda la historia. La sangre como pilar de la familia, lo que une la sangre, el vínculo que crea, los sacrificios que comporta. Todo por la familia. LA FAMILIA.
Sobre la historia en concreto, se trata de un hombre atormentado, retraído, hundido que quiere saber quienes son los culpables de que él no tenga lo que todos tienen, una familia. Y saber tiene consecuencias, José, el protagonista (Antonio de la Torre) busca aplicar la justicia que la ley nunca llevó a cabo. Para conseguirlo, se hace asiduo del bar con el que está relacionado la única persona que está relacionada con el atraco y que acabó en la cárcel. Éste es Chema, la mujer del cual parece ser el oscuro objeto de deseo de José, pero con el devenir de la acción se sabrá cual es la intención final de ese deseo.
José consigue llamar la atención de Chema, sobre todo cuando consigue alejar a su mujer del barrio. En ese momento comienza la búsqueda, en la que acaba conociendo la verdad. El resto es para ir a verlo.
La película está bastante bien, con unos personajes atormentados, salvo el dueño del bar que es el cuñado de Chema. Son los dos protagonistas, junto a Ana, la mujer de Chema, los que reflejan ese tormento interior que es vivir sin expectativas, sin un futuro y con una rutina pesada, plomiza, que asfixia, que no deja entrever un destello de esperanza en el horizonte.
De la historia me chirría la descontextualización de José y su llegada al bar. Está ahí como caído del cielo, una secuencia relacionando a Chema con el bar, no estaría de más, la haría algo más coherente.
Otra cosa que me dejó algo sorprendido, sobre todo con como se presenta José, es la ejecución de sus planes. Uno en un arrebato, que no pega nada con su carácter, y el otro, parece más cerebral, pero que se desarrolla en un par de secuencias. Al personaje le van otro tipo de resolución, más del segundo tipo y con más preparación. Quizás está hecho así para que sepa la verdad. Esa pregunta es para el guionista.
Como comentaba un amigo en su blog, es una película que parece de los 70-80, con unas geografías más de esos años que de la actualidad, con el barrio y el pueblo, como reflejos y refugios de la familia. La estética es muy de esos años, ambientarla en la actualidad habrá sido para ahorrar en decorados y atrezzo y no preocuparte por incongruencia cronológicas del tipo romanos con relojes de pulsera.
Ira, ira, pues solo hay un rato y un arrebato; el resto es más venganza y sed de sangre. Y la familia, sobre todo hay que darlo todo por la familia, la que se tiene, la que se tuvo y la que no se podrá tener.

lunes, 6 de febrero de 2017

La doctora de Brest.

Volvimos al Texas después de mucho tiempo, ya se sabe, las Navidades, el tiempo, el frío, el huir algún día de la gran ciudad...

Las opciones, a la hora habitual, eran dos y las dos francesas: L'avenir y La doctora de Brest. Y la elección fue por la última.

Tengo la impresión que la entrada va a ser corta, todo lo contrario que la película, larga, casi dos horas, donde lo que predominan son dos cosas:
  1. La indefinición de la película: sobre el género, sobre el guión, sobre los actores. Sobre lo único que no hay indefinición es sobre el bando por el que toma partido. 
  2. El papel de la protagonista, la doctora Iréne Frachon, que absorbe todo el metraje, salvo cuatro excepciones. En este caso, los secundarios lo son por mor del guionista.
La película trata sobre la lucha obstinada de la doctora Frachon para que se retire un medicamento para la diabetis, pero que se usa y publicita como un producto contra la obesidad, al comprobar que provoca graves cardiopatías como efecto secundario. Es la típica lucha de David contra Goliath, en la que, ¡oh, sorpresa! gana David.

Lo que esconde la historia está bien, tiene sentido y no es un tema de broma, que no es otra cosa que el control y la evaluación de los medicamentos por organismos estatales para evitar que estos se conviertan en un riesgo para los enfermos en lugar de ser la vía para la cura de sus enfermedades. Nos esboza el poder de las grandes farmacéuticas y su influencia en todos los órdenes públicos: universidades, funcionarios, políticos; nos muestra las rigideces de los organismos públicos a la hora de cambiar una decisión previa, ya sea por presiones externas como por quedar en evidencia y no realizar su trabajo como debieran. Pero ya.

El problema de la película es de indefinición: no se sabe si es una tragedia, un drama o una comedia. El guión va dando bandazos, de un lado a otro, con un ritmo alterado constantemente, con aceleraciones que parece que hagan acabar la película o con unas pausas que parecen que no se acabe nunca. Aparecen personajes como por arte de magia, sin justificar su presencia, cuando acaban siendo fundamentales en la denuncia, menos en la trama.

El protagonismo de Sidse Babett Knudsen es tan aclaparador que parece que sea un quasi monólogo. Brilla en su papel más cómico, donde lo borda. En el aspecto dramático, flojea, salvo en el alegato final de la causa, donde desborda seguridad, conocimiento y carácter. Pero esto no basta para salvar la película.

Sé que el tema no es banal, pero creo que si se hubiese mantenido el tono humorístico, la película hubiese ganado mucho, sobre todo, por que los representantes de la farmacéutica están caracterizados de forma ridícula, de una manera demasiado gruesa y evidente.

Obvia decir que está basada en un caso real, que todavía está en los tribunales y en el que las víctimas siempre son la última mierda. Lo único positivo, el medicamento fue retirado.

Tuve que padecer esto por no padecer la alineación de Luis Enrique contra el Athletic del sábado.