lunes, 10 de julio de 2017

La pazza gioia (Boges d'alegria - Locas de alegría)


Hacía meses que no iba al cine, y como no hacía tarde de playa, pues al cine a ver que se cocía por el Texas. ¿La elección? Pues no tenía ganas de ver otra peli de la Guerra Civil (Incerta gloria) y no creo que estuviese preparado para ver Cabeza borradora.

Es una tragicomedia, con la locura como telón de fondo, la locura como enfermedad mental, donde los arrebatos producto de la enfermedad de manifiestan en cualquier momento, de cualquier forma y con toda la intensidad, tanto de insensatez como de violencia.
Nos encontramos con una aristócrata, Beatrice, recluida en una propiedad de su familia donada para usos de asistencia social, en este caso un internado para enfermos mentales, que siendo, intermitentemente, consciente de su reclusión, sigue viviendo la ficción de ser una noble encerrada a causa de una injusta decisión judicial. Mientras vive esa ficción, rodeada de más enfermas, de extracciones sociales más humildes, llega una nueva interna, Donatella. La novedad despierta una gran curiosidad en Beatrice y decide tomarla bajo su protección.
La película va discurriendo con la introducción de las enfermedades que asolan las personalidades de las dos protagonistas: una bipolaridad en Beatrice y una depresión grave en Donatella. El motivo de la enfermedad de Beatrice no se explicita, se intuye un complejo de eterna juventud y enamoramiento perpetuo, pero poco más. En cambio, en Donatella sí que se conoce el motivo, la pérdida de la custodia de su hijo y el menosprecio y abandono por parte de todos aquellos que la rodean y la deberían haber protegido o, por lo menos, quererla: su madre, egoísta, avariciosa e iluminada; su padre, un bala perdida, intento de músico y fracaso consumado y el padre de su hijo, un chulo de discoteca, que tiene una familia normal y para quien, Donatella, no fue más que una conquista más.
En una de las salidas para ir a trabajar, a raíz del retraso del transporte que las han de recoger, Beatrice y Donatella deciden irse por su cuenta, a disfrutar de esa libertad que tanto añoran.
En este viaje, que no llega para que la película sea una road movie, aunque ese guiño hay, vuelven al pasado de ambas, primero al de Donatella, con el reencuentro con el padre de su hijo, que le provoca un altercado que acaba con sus huesos en un centro psiquiátrico. En ese momento, Beatrice vuelve a su pasado, a ver a su ex-marido y abogado, y comienza a indagar en la vida pasada de Donatella, descubriendo que ésta ha perdido a su hijo como consecuencia de un intento de suicidio e intento de asesinato.
Esta vuelta al pasado, vuelve a repetirse más adelante, con el regreso de Beatrice a la casa donde vive su madre y al reencuentro de Donatella con su hijo.
La película resultó mejor de lo que esperaba, sobre todo por la actuación de las protagonistas, están soberbias, espléndidas, sus personajes son totalmente creíbles. Valeria Bruni-Tedeschi está soberbia, interpretando a esa mujer de la alta sociedad, tan snob, tan elitista, con esos ramalazos de solidaridad caritativa hacia el más débil o desafortunado. Micaela Ramazzotti no le va a la zaga, clava a esa joven sufridora, depresiva, reforzado por ese físico vulnerable y liviano y esa expresión de melancolía perpetua que exhala su rostro.
El resto del reparto es bastante anecdótico, intrascendente, quizás el elenco de las que interpretan al resto de enfermas mentales, en su actuación coral, puede destacarse, pero las protagonistas lo son tanto, que todo que difuminado.
El trato del tema de las enfermedades mentales, que es la cuestión que flota en el ambiente, es un como un decorado teatral. Está presente durante todo el tiempo, pero en ningún momento se profundiza en la problemática. Solo hay un momento de reflexión sobre el tema, cuando Donatella le explica a Beatrice cómo llegó a tomar la determinación de tirarse al mar y cómo le quitaron la custodia de su hijo. Pero no va más allá, ni siquiera en cómo las autoridades sanitarias tratan el tema, más allá de la reclusión, ni si se plantean alternativas. Creo que eso nunca estuvo en la cabeza del guionista.
Supongo que el guionista quería vender algo de esperanza, sobre todo cuando las protagonistas tienen esos momentos de lucidez, que hacen que empatices y que esperas su recuperación. Pero al final, la realidad se impone y cada una sigue con sus problemas.
Como comedia es bastante digna, con algún topicazo, pero muy efectiva con grandes dosis de acidez y sarcasmo. Como drama, es muy débil, apenas incide en la problemática general, y un poco más en la de las protagonistas.
Como ya no está en cartelera, salvo en Barcelona y quizás en el Texas que han abierto en Valencia, pues si buscáis algo que ver en las plataformas digitales, es bastante recomendable para pasar una buena tarde.