martes, 16 de agosto de 2016

Kiki, el amor se hace

Lo que tienen las vacaciones es que tienes tiempo para hacer lo que habitualmente no haces, por ejemplo ir un par de veces al cine la misma semana. 
Después del dramón de En Chance Til, tocaba una comedia, que como toda comedia (salvo las cochambrosas de ambos lados del Atlántico) siempre tienen un punto de drama e incluso de tragedia. Que es lo que es Kiki, el amor se hace, una comedia con un punto de partida agridulce.
Son una serie de historias basadas en parafilias sexuales que nos muestran a una serie de parejas que se encuentran en un momento de crisis, sobre todo tres de ellas, en las que las parejas se hallan al borde del precipicio. El motivo de esa situación es la falta de comunicación, supongo que por el tabú que continúa siendo el sexo, aunque sea con la persona con la que compartes lecho cada noche.
Como comedia funciona muy bien, salvo en los momentos centrales, los previos al desenlace de todas las tramas. Creo que la mejor escena de todas es la de la videollamada de un sordomudo a una empresa de servicios para que la asistente realice una llamada a una línea erótica: la situación, diálogos e interpretación son perfectos, consiguen que no pares de reír, lo que se refuerza con el surrealismo de la situación. En general, todos los diálogos están muy bien conseguidos, con la dosis justa de lenguaje vulgar, sin parecer un concurso de pipi, caca, culo, pedo, pis. Así como las situaciones, que son muy chocantes: Candela Peña en el funeral; los postoperatorios en la clínica de estética; el bar de temática sexual...
¿Qué se le puede reprochar? Cierto bajón en la parte central, supongo que derivado de la dificultad de hilar tantas historias paralelas y sin ninguna relación, y que la historia protagonizada por Paco León peca de cierto machismo. Su problema, que comienza a esbozarse al inicio de la película, con una divertida sesión de terapia de pareja, acaba por solucionarse con un trío, poliamor llama a la parafilia (se supone que conviven los tres miembros del trío), en la que son dos mujeres y un hombre. Para tratar un sinfín de parafilias excéntricas, el final es muy convencional.
Cuando haces cine sin grandes alardes, con ideas claras y sencillas, sin grandes pretensiones, lo más fácil es que te salga algo digno, como es el caso, y todo desde un punto de partida tan original y sorprendente como determinados gustos sexuales, sin entrar a juzgarlos, sino a exponerlos y montar una historia de como lo viven, sufren y disfrutan sus protagonistas.

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